11.5.12

En base a nota

Ingente, el espacio se desproporciona a los usos que le damos. Las secuencias sin duda planificadas al extremo por los arquitectos de más modernas tecnologías que solo la regla T calibrable, es saturada y desmontada por la exageración de seres humanos brevemente cubiertos por lo mínimo que el decoro admite. Las muchachas, sentimentales al mirarse en espejos sin duda pensados en otro uso generan un bullicio difícil de ignorar, ruidoso hasta el extremo con sus cuerpos semidesnudos y las bolsas al hombro, elevadas de accesorio a vital parte de una indumentaria que podría dar vergüenza algunos años atrás o en otras geografías menos desesperadas por algún tipo de artículo de una sociedad de consumo como la nuestra. Consumir es existir, realizarse como ser humano, ciudadano y vertebrado. Consumir es la salvación del alma y del cuerpo. Consumir es ser participe de la celebración de las mujeres ahora desnudas cuando la tienda eleva sus estándares y recuerda las ganancias sobre la pretensión artística (arte en el sentido más complejo de la palabra). 

Entonces el lugar se convierte en un vacío. Las mujeres ya desnudas saltan unas sobre las otras al escuchar que solo entrarán cuatro más. La promesa de jinetes de un apocalipsis actualizado desmadra la situación. La muerte incierta pero seguida de los monstruos dudosamente atractivos en el acto de trenzarse por los pelos y saltar de un lado al otro. La intervención cansina y aletargante de los guardias que se ven arrastrados en el mar de cuerpos que los degluten y devuelven también mujeres que luchan por sobrevivir a la eternidad restante. La tienda cuando hace las evaluaciones, limpian los charcos de cuerpos con escoba y desinfectante, llega a la conclusión que no valió la pena. Las ventas fueron pocas.

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